O candidato mais honesto do Brasil
"Vote em mim. Uma vez eleito, aí que a minha campanha vai começar para valer"
Vou me candidatar a deputado federal. Uma vez eleito, venderei apoio no Congresso em troca de cargos para parentes em estatais, cobrando comissão sobre o salário de cada um deles.
Na falta de cargos, aceitarei malas de dinheiro. Depois lavo tudo virando sócio de emissora de rádio no interior, de posto de gasolina, de empresa de palestra.
Então pego metade da grana pra mim, mando para a Suíça num cargueiro da Lufthansa e, com o resto, banco uma campanha histórica para prefeito.
Nada de Power Point. Só CGI da Pixar, mostrando como será a cidade quando eu exterminar a pobreza, a feiura, as chuvas de granizo. Para ganhar ainda mais a sua confiança vou entrar na sua bolha e descer a lenha em tudo o que você não gosta. Você vai me idolatrar.
Uma vez eleito, aí que começa a campanha de verdade, agora para governador. Vou dormir na rua vestido de mendigo, formar milícias para espancar quem distribui panfletos de imóveis, defender o fuzilamento de quem ouve som alto.
Convertido em mito, nem saio para governador. Vou direto para a Presidência. E desde o primeiro dia no planalto trabalharei 16 horas por dia, 7 dias por semana, pela minha manutenção no poder.
Vou comprar no Congresso a extensão do mandato para seis anos. Reeleito, começo a campanha para eleger o meu vice no pleito seguinte. Depois reassumo, quiçá com plenos poderes e para sempre.
Então vou morrer tendo passado meio século na vida pública sem trabalhar por absolutamente nada que não tenha sido meu próprio bem estar financeiro e existencial.
Em suma, serei um político-padrão. Igual a praticamente todos os outros. Conto com o seu voto.
PS: Depois que escrevi esta crônica, um amigo argentino, o Sebastian Lorenzo, me mostrou o texto aqui embaixo. É do escritor Robert Artl, também argentino, e foi escrito em 1933:
SEÑORES: Aspiro a ser diputado, porque aspiro a robar en grande y a ‘acomodarme’ mejor.
Mi finalidad no es salvar al país de la ruina en la que lo han hundido las anteriores administraciones de compinches sinvergüenzas; no señores, no es ese mi elemental propósito, sino que, íntima y ardorosamente, deseo contribuir al saqueo con que se vacían las arcas del Estado, aspiración noble que ustedes tienen que comprender es la más intensa y efectiva que guarda el corazón de todo hombre que se presenta a candidato a diputado.
Robar no es fácil, señores. Para robar se necesita determinadas condiciones que creo no tienen mis rivales. Ante todo, se necesita ser un cínico perfecto, y yo lo soy, no lo duden señores. En segundo término, se necesita ser un traidor, y yo también lo soy, señores. Saber venderse oportunamente, no desvergonzadamente, sino “evolutivamente”. Me permito el lujo de inventar el término que será un sustitutivo de traición, sobre todo necesario en estos tiempos en que vender el país al mejor postor es un trabajo arduo e ímprobo, porque tengo entendido, caballeros, que nuestra posición, es decir, la posición del país no encuentra postor ni por un plato de lentejas, créanlo…, prefiero ser honrado. Abarquen la magnitud de mi sacrificio y se darán cuenta de que soy un perfecto candidato a diputado.
Cierto es que quiero robar, pero ¿quién no quiere robar? Díganme ustedes quién es el desfachatado que en estos momentos de confusión no quiere robar. Si ese hombre honrado existe, yo me dejo crucificar. Mis camaradas también quieren robar, es cierto, pero no saben robar. Venderán al país por una bicoca, y eso es injusto. Yo venderé a mi patria, pero bien vendida. Ustedes saben que las arcas del Estado están enjutas, es decir, que no tienen un mal cobre para satisfacer la deuda externa; pues bien, yo remataré al país en cien mensualidades, de Ushuaia hasta el Chaco boliviano, y no sólo traficaré al Estado, sino que me acomodaré con comerciantes, con falsificadores de alimentos, con concesionarios; adquiriré armas inofensivas para el Estado, lo cual es un medio más eficaz de evitar la guerra que teniendo armas de ofensiva efectiva, le regatearé el pienso al caballo del comisario y el bodrio al habitante de la cárcel, y carteles, impuestos a las moscas y a los perros, ladrillos y adoquines… ¡Lo que no robaré yo, señores! ¿Qué es lo que no robaré?, díganme ustedes. Y si ustedes son capaces de enumerarme una sola materia en la cual yo no sea capaz de robar, renuncio ipso facto a mi candidatura… Piénsenlo aunque sea un minuto, señores ciudadanos.
Piénsenlo. Yo he robado. Soy un ladrón. y si ustedes no creen en mi palabra, vayan al Departamento de Policía y consulten mi prontuario. Verán que performance tengo. He sido detenido en averiguación de antecedentes como treinta veces; por portación de armas -que no tenía- otras tantas, luego me regeneré y desempeñé la tarea de grupí, rematador falluto, corredor, peguero, extorsionista, encubridor, agente de investigaciones, ayudante de peguero porque me exoneraron de investigaciones; fui luego agente judicial, presidente de comité parroquial, convencional, he vendido quinielas, he sido, a veces, padre de pobre y madre de huérfanas, tuve comercio y quebré, fui acusado de incendio intencional de otro bolichito que tuve… Señores, si no me creen, vayan al Departamento… verán ustedes que yo soy el único entre todos esos hipócritas que quieren salvar al país, absolutamente el único que puede rematar la última pulgada de tierra argentina… Incluso, me propongo vender el Congreso e instalar un conventillo o casa de departamentos en el Palacio de Justicia, porque si yo ando en libertad es que no hay justicia, señores…” Con este discurso, lo matan o lo eligen presidente de la República.